Hombres de negocios

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Donald Trump ya es premio nobel de la paz. El galardón no es original pero al mandamás estadounidense le sirve. La FIFA improvisó ayer un sucedáneo del original sueco para que su máximo responsable, Gianni Infantino, pudiese lamerle a gusto las botas al presidente estadounidense en la gala de ayer celebrada en Washington. No estamos ante un gran escándalo. Ni siquiera ante uno pequeño. La FIFA lleva años blanqueando sátrapas de la peor calaña repartidos por todo el mundo. Sólo exige alguna condición para regalarles el detergente blanco nuclear del futbol: que tengan mucho poder o mucho dinero, o ambas cosas a la vez. Lo de crear leyendas de bondad en lugares en los que no hay más que sinvergüenzas no es algo que haga solo la FIFA. Entrenadores, futbolistas y otras gentes de la industria del fútbol vienen haciendo lo mismo a título individual y bien que sacan pecho por ello cuando firman contratos jugosos para irse a jugar o entrenar a lugares en los que los derechos humanos no son más que una fantasía. Donald Trump cumple al menos la sana condición de ser un gobernante democrático. Quería el niño ególatra que preside EE.UU. un premio de la paz y la lo tiene. El fútbol, como cualquier otro negocio opulento, sabe a quién hay que cumplimentar, cómo y cuándo. Y ayer, en el show organizado en Washington como pistoletazo de la Copa del Mundo 2026, tocaba hacer feliz a Trump para asegurarse definitivamente su complicidad, que ya se sabe cómo las gasta el inquilino de la Casa Blancha cuando le sienta mal el desayuno. Proveedor oficial de felicidad del mundo. De esta guisa definió el fútbol el presidente de la FIFA en el inicio de la gala. Una frase grandilocuente para prologar el descomunal ejercicio de cinismo que siguió a continuación. Una voz en off que acompañaba las imágenes de un vídeo ñoño y previsible nos ilustraba sobre la paz como motor de esperanza que el fútbol, a su vez, acaba transformando en unidad. Ladies and gentelman’s, el FIFA Peace-Prize-football es para…¡Donald Trump!

Quería el niño ególatra que preside EE.UU. un premio de la paz

El fútbol, el mundial entero, convertido en una comparsa al servicio de un narcisista que tiene, según la FIFA, la habilidad de no escalar la tensión entre los pueblos. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro canadiense, Mark Carney, presentes en la gala en representación de los países coorganizadores del Mundial, no sabían dónde ponerse. Vieron en directo como la FIFA reducía a sus países a ser simples comparsas de los EE.UU. y cómo encumbraba como hombre de paz a quien sueña con anexionarse Canadá o no descarta realizar operaciones militares dentro de territorio mexicano. Ya se ve que el diccionario se queda corto para describir tanto cinismo. La previa del Mundial convertida en una simple reunión de hombres de negocios. Uno servil y rastrero, Infantino, y el otro arrogante y tiránico, Trump. La cita fue un éxito, pues ambos lograron su objetivo. No era nada difícil. Bastaba para ello con tratar al fútbol como puta por rastrojo. No es la primera vez, ni la más grave y tampoco será la última. Y lo dicho, no lo hace solo Infantino.

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