Gabriel Rufián se lamentaba esta semana ante los micrófonos de RAC1 por cómo una frase de Pedro Sánchez en la moción de censura del 2018 ha servido para “machacar” a ERC durante siete años. A punto de convertirse en presidente del Gobierno, Sánchez agradeció los votos de los republicanos para echar a Mariano Rajoy “a cambio de nada”, y eso se convirtió en la cantinela de las sucesivas campañas electorales en los argumentarios de Junts. El “a cambio de nada” abrió una brecha emocional entre Junts y ERC, y el paso de Carles Puigdemont de la confrontación a la negociación, lejos de soldarla, la ha ampliado.
En ERC estaban los pagafantas que, según Junts, apuntalaban a Sánchez con la mochila llena de promesas incumplidas. Desde prisión, Oriol Junqueras dejó claro que ERC, ni por activa ni por pasiva, permitiría un gobierno de derechas, y, en un intento vacuo de mantener una posición de fuerza, Marta Rovira empleaba más tiempo en pactar una escenificación discrepante de los acuerdos que en cerrarlos. Sánchez siempre ha agradecido poco o “cero” el apoyo republicano, pero no deja de “tontear” con Junts, según Rufián.
Míriam Nogueras, en rueda de prensa en la sede de Junts
Àlex GarciaLa diferencia entre ERC y Junts es que el presidente y Junqueras han normalizado su relación política, aunque sea por teléfono; mientras, Puigdemont sigue en Waterloo, la caída de Santos Cerdán deja a los posconvergentes sin interlocutor de urgencia y las buenas palabras de las reuniones de Suiza cayeron en saco roto. Era la crónica de una ruptura anunciada. La condescendencia de Sánchez ante la gestualidad de Miriam Nogueras en el Congreso era un ejercicio de funambulismo que ha durado quince días. Y solo Sánchez, con un mea culpa de escenificación insólita, podía recorrer el alambre de vuelta a la negociación para acabar con la soledad parlamentaria del PSOE.
Las concesiones de Sánchez a Junts no pasan solo por recuperar demandas factibles de los posconvergentes. El paquete incluye rescatar el relato del “conflicto político” cuando la “normalidad” era la palabra socialista del año en Catalunya y Salvador Illa se hizo la foto con Puigdemont en Bruselas –ni siquiera se conocían– como muestra de amnistía política.
En lo que va de legislatura, el presidente ha justificado sus vaivenes argumentales alegando “cambios de opinión” –no mentiras–. En cada giro ha hecho “de la necesidad virtud” y hoy las necesidades se amontonan y la virtud es ya limitada. Solo cabe ganar tiempo. Sánchez asume que los siete votos de Junts son los más versátiles del Congreso: capaces de darle aire, bloquear la legislatura y aunar a PSOE y PP para endurecer las penas a los multirreincidentes a costa de la unidad de la coalición de Gobierno. Todo a la vez.
Sánchez, Puigdemont y Junqueras necesitan tiempo, y un reencuentro PSOE–Junts lo concede
Y todos quieren tiempo. Los problemas crecen en la Moncloa. Por la vía judicial, el salseo mediático de la familia Ábalos apunta al presidente y su esposa; se está a la espera de conocer la sentencia que condena al ex fiscal general, y el juicio al hermano de Sánchez arruina las expectativas electorales del PSOE a finales de mes en Extremadura. El paréntesis parlamentario permite a Sánchez esquivar derrotas, pero necesita calmar las aguas para superar el primer trimestre.
Hay malestar en ERC por las deferencias con Junts, pero un reencuentro entre posconvergentes y el Gobierno les permite seguir negociando la financiación. Sánchez les ha agradecido que acepten un sistema multilateral, y la previsión es que haya un acuerdo en enero, para trasladarlo al Consejo de Política Fiscal y Financiera y abrir la puerta de los presupuestos. Tras vender una financiación singular similar al concierto, en ERC aplican ahora el principio de realidad con la esperanza de que, llegado el momento, el aumento de recursos se convierta en carta electoral para Junqueras, todavía inhabilitado.
Y Junts vuelve a atraer la luz de los focos en el Congreso para ahuyentar el fantasma de Aliança. No obstante, como en el caso de Sánchez, el tiempo que necesitan los posconvergentes lo marcan los tribunales. La incógnita sobre el retorno de Puigdemont hipoteca la estrategia del partido a la espera de las resoluciones de la justicia europea y el Tribunal Constitucional; pero, sobre todo, de la enésima astucia del Supremo.

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