Sesenta y dos años después del magnicidio, todavía sigue habiendo numerosos misterios –y teorías de la conspiración– sobre el asesinato de JFK. ¿Hubo un solo francotirador, como dice la teoría oficial, o varios? ¿Fue Lee Harvey Oswald el autor, y por qué Jack Ruby lo mató? Y si lo fue, ¿actuó por libre o pagado por alguien? ¿La mafia? ¿Castro? ¿La industria armamentista? ¿El establishment político?
La muerte de Marshawn Kneeland, jugador defensivo de los Dallas Cowboys que se quitó la vida a los 24 años con su novia embarazada del primer hijo de ambos, cuando acababa de firmar un contrato multimillonario que le garantizaba una buena vida para el resto de sus días, justo después de anotar su primer touchdown, es también un misterio, y una de esas grandes tragedias americanas a las que sacarían partido Philip Roth, Don DeLillo, Richard Ford o Tom Wolfe.
El defensa de los Dallas Cowboys iba a ser padre y acababa de firmar un contrato multimillonario
Kneeland iba en su coche por una autopista de la ciudad tejana a las diez y media de la noche de una semana en la que su equipo no tenía partido, solo, cuando vio por el espejo retrovisor las luces de un vehículo de la policía que le daba el alto (por una infracción de tráfico, pero tal vez él no lo sabía). En vez de parar, aceleró hasta perder de vista a sus perseguidores, pero perdió el control de su Dodge Charger, que colisionó con una camioneta, se fue a la cuneta y acabó en un campo. El jugador de los Cowboys huyó del lugar del suceso, y su cuerpo fue encontrado tres horas después con un disparo en la cabeza que se infligió a sí mismo.
Cuando se vio perseguido por la policía, Kneeland envió varios mensajes –según el jefe de seguridad de los Cowboys– despidiéndose y diciendo que no podía ir a la cárcel. ¿Por qué pensaba, si se trataba de una simple infracción de tráfico, que acabaría entre rejas? ¿Por qué llevaba un arma consigo (aunque muchísimos norteamericanos lo hacen)? ¿Tenía enemigos que nadie conocía? Para complicar aún más el misterio, el día antes había mandado un mensaje a su antiguo entrenador en un colegio de Michigan diciéndole que tenía una buena noticia, algo urgente e importante que no podía contarle por teléfono bajo ninguna circunstancia.
La trágica historia de Kneeland es la de tantos chicos negros de Estados Unidos. Su padre, ausente la mayor parte del tiempo, encarcelado por delitos de drogas y armas. Su madre, fallecida por una sobredosis accidental. Su hermana, soldado en el ejército, destacada primero en Corea del Sur y luego en San Antonio. Sus abuelos, los que lo criaron cuando sus progenitores no podían. Magnífico atleta desde adolescente, buen jugador de baloncesto, la obsesión por triunfar en la NFL hizo que se dedicara en cuerpo y alma a entrenar, y que echara horas y horas en el gimnasio (su único hobby eran los videojuegos). Y cuando por fin lo tenía todo, coge su pistola y se pega un tiro...
La policía de Dallas, tampoco se sabe muy bien el motivo, ha tardado en dar su versión oficial de lo sucedido, en la que asegura que, tras el intento fallido de que el vehículo del jugador se detuviera, abandonó la persecución, y nadie iba detrás de él cuando se estrelló, y menos aún cuando utilizó el revólver para quitarse la vida. ¿Por qué abandonó su coche en medio del campo y salió corriendo?
Más de seis décadas después, mucha gente se pregunta quién mató a John Fitzgerald Kennedy. Marshawn Kneeland no es ni de lejos tan importante, y su caso, tras los homenajes de rigor de que ha sido objeto, será olvidado pronto excepto por sus seres más próximos. Y por ese hijo que aún no ha nacido. Otra gran tragedia americana en el país de las armas de fuego, y otro misterio en Dallas que seguramente no se resolverá nunca.
Los vestuarios son un misterio, y la tragedia de su compañero Marshawn Kneeland ha dado alas a un equipo que ha ganado sus tres últimos partidos (contra los Raiders, Eagles y Chiefs), recuperando así sus aspiraciones para entrar en los playoffs. El entrenador, Brian Schottenheimer, ha sido muy aplaudido por su gestión de la crisis, lo mismo que el veterano quarterback Dak Prescott, que sabe de lo que se trata porque su padre se quitó también la vida. De repente, George Pickens caza todos los pases habidos y por haber, y una defensa liderada por Quinnen Williams es la pesadilla de los rivales.Tres victorias seguidas
El suceso motiva a unos Cowboys que parecían tenerlo todo perdido

Hace 2 días
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