Pongamos que a usted le toca la lotería, o que de una tía rica hereda inesperadamente doce millones de euros. Siendo una persona poco imaginativa, le pregunta a la inteligencia artificial qué puede hacer con ese dinero. La herramienta digital le sugiere cosas obvias, como comprar una vivienda, un yate o un coche de lujo, viajar, adquirir una cartera diversificada de acciones, garantizar la seguridad de sus hijos con un fideicomiso, invertir en metales preciosos, y también -en un excepcional gesto de generosidad- proyectos filantrópicos como sacar de la pobreza a un pueblo africano, ofrecer comidas gratis a las personas sin techo o crear una reserva natural para animales en peligro de extinción. Pero no propone es donar el dinero a un partido político.
Eso es precisamente lo que ha hecho Christopher Harborne, multimillonario británico residente en Tailandia, magnate de la aviación y las criptomonedas, fanático del Brexit, para quien diez millones de libras (unos doce millones de euros) es como dejar una propina en un restaurante. Y se la ha dado al líder populista y xenófobo Nigel Farage, con quien mantiene una charla una vez al mes, para ayudarle a realizar su sueño de ser primer ministro británico y modelar el Reino Unido a su imagen y semejanza.
El éxito atrae el dinero (algunos cínicos dirían que también el amor), Farage lidera los sondeos de manera continuada desde el mes de abril, y las libras le llueven. La contribución de Harborne a su campaña es la mayor en toda la historia de Gran Bretaña realizada por una persona en vida, y el mismo dinero que Lord Sainsbury dejó tras su muerte como herencia a los conservadores. Mientras tanto, el Labour se ha de conformar con medio millón aquí y medio millón allá (en comparación, migajas) que le proporcionan los sindicatos para intentar que no se olvide por completo de la clase obrera y el socialismo.
En el Reino Unido hay que informar a la Comisión Electoral de todas las donaciones políticas de más de 11.200 libras (unos 13.000 euros), pero uno puede dar los millones que quiera (lo que sí hay es un tope a lo que un partido puede gastar en promocionar su agenda, que son 40 millones de euros en un año). Obviamente quienes contribuyen masivamente a las campañas no lo hacen de manera desinteresada, sino que pasan la factura cuando los beneficiarios alcanzan el poder. Es una de las corrupciones de la democracia.
La subida de impuestos del Labour y su giro a la izquierda en economía han hecho que el capital busque alternativas
El dinero ayuda pero no basta para ganar unas elecciones, como se ha demostrado siempre que pierden los tories , el grupo tradicionalmente favorito de los millonarios, el capital y la aristocracia. En el caso de Farage, parece haber tocado techo en las encuestas con el apoyo de alrededor de un 30% del electorado, insuficiente para una mayoría absoluta, lo cual da pie a todo tipo de rumores y especulaciones sobre una fusión con los conservadores, un pacto o una alianza formal o informal para unir a la derecha y desbancar al Labour en los próximos comicios. Según el Financial Times , es la condición que ha puesto Harborne a cambio de sus millones.
La aritmética electoral británica se parece cada vez más a la española, sólo que con un sistema mayoritario en vez de proporcional, con muchos partidos de izquierda incapaces de unir fuerzas y la diferencia de que en el bloque de la derecha es el partido ultra (Reforma UK) el que cuenta con mayor apoyo. Para los conservadores, acostumbrados a estar en el poder dos terceras partes del tiempo, se trata sin embargo de una crisis existencial. Fusionarse con la organización de Farage podría suponer su desaparición definitiva como fuerza que representaba los intereses del capital y las instituciones a base de prudencia, moderación y sentido común.
Las subidas de impuestos del Labour (90.000 millones de euros en dos años) y su giro a la izquierda en materia fiscal y económica (que no en inmigración , seguridad y ley y orden) ha hecho saltar todas las alarmas en el mundo del dinero, y puesto en marcha estrategias para retirar de Downing Street a Keir Starmer (o quien sea su sucesor o sucesora) en las elecciones que se han de celebrar a más tardar en el 2029.
Farage dice que no le interesa un pacto con los tories , sino en todo caso absorberlos (un total de 25 diputados y ex diputados conservadores se han unido ya a su partido). Pero la realpolitik puede obligarle a aceptar una alianza si, como bien podría ocurrir, su 30% de apoyo empieza a bajar en el fragor de la campaña, cuando los votantes examinen su programa económico de ciencia ficción. Los sondeos dejan claro que su popularidad aumenta si la inmigración es la principal preocupación, pero decae si lo es el coste de la vida.
Christopher Harborne ha dado el dinero a Nigel Farage con la condición de que haya una unión de la derecha
Una investigación de The Guardian (afín al Labour) ha encontrado una veintena de alumnos y maestros del colegio al que fue Farage de adolescente que denuncian sus comentarios racistas, y el bullying que hacía a compañeros judíos aplaudiendo a Hitler e imitando el sonido de las cámaras de gas. Su partido tiene dinero pero carece de cuadros, estructuras y buenos candidatos. Y su xenofobia aún puede pasarle factura.

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