Los juicios son un gran teatro. De forma particular en aquellos con un componente político, la importancia de lo que acontece en la sala no es tanta como la del efecto de las intervenciones en el exterior. Su clímax se da cuando el acusado presenta su alegato final. Un discurso dirigido, no a la sala, sino a los partidarios de su causa.
Se trata del “speech from the dock” que, en el caso de las causas de liberación nacionalista lo inauguraron los republicanos irlandeses Theobald Wolfe Tone en 1789 y Robert Emmet en 1803 contra el dominio británico. Y que a partir de entonces imitaron muchos –Bal Gangadhar Tilak, India, 1908); Roger Casement (Irlanda, 1916); Gandhi (India, 1922), Jomo Kenyatta (Kenya, 1952); Fidel Castro (Cuba, 1953), Nelson Mandela (Suráfrica, 1962-64), entre otros–.
El nacionalismo español saca mucho jugo del juicio contra el expresident
El nacionalismo catalán también ha usado el recurso del alegato. Lo hicieron Francesc Macià en el juicio de la insurrección de Prats de Molló (París, 1927) y Lluís Companys en la causa por los sucesos de octubre en 1934 (Madrid, 1935). Y también Jordi Pujol en el consejo de guerra por los sucesos del Palau (Barcelona, 1960). Su discurso, en que se erigía como representante de una juventud que quería ganar un futuro en un país sin dictadura, fue clave en su progresión política.
En su juicio actual que prosigue la semana próxima, en cambio, el president Pujol no tendrá opción de pronunciar con firmeza su alegato, ni leyéndolo. Si después de perderle como referente moral (un aspecto irreparable), el nacionalismo catalán puede aprovechar algo del proceso, deberá poner imaginación para ello. Pero quién saca mucho jugo de exponerle como acusado es el nacionalismo español.
Su concepción unitarista del Estado ha concebido, tanto durante la II República como desde la Transición, la negociación de competencias para Catalunya como un chantaje. Desde esta perspectiva, durante treinta años Pujol fue el gran chantajista. Una figura que, además, el nacionalismo español considera que se le escapó con el sobreseimiento del caso Banca Catalana. Teniéndole, por fin, encausado junto a su familia, puede plasmar que el nacionalismo catalán no es trigo limpio.
El proceso llega en mal momento. Junto a esta epifanía, el nacionalismo español podrá señalar otra. Cuando en las primeras elecciones que se celebren, Aliança Catalana obtenga los resultados que vaticinan las encuestas, certificará que el nacionalismo catalán se descubre y aparece tal y como siempre auguró: excluyente y xenófobo. Será la otra gran revelación (y en la que no sirve pretender la equivalencia con Vox, por que a este le protege el patriotismo de estado).
La combinación de la causa al president Pujol, paterfamilias del nacionalismo catalán, y el destape de un buen número de sus tradicionales votantes con AC ofrecen una visión nada halagüeña para el catalanismo en su conjunto. El nacionalismo español tendrá al fin el certificado de autenticidad de sus sempiternas acusaciones.

Hace 22 horas
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